Se conoce como boom al fenómeno editorial que puso de moda, en la década de los 60, a los narradores hispanoamericanos. A comienzos de esta década, un grupo de jóvenes escritores latinoamericanos (algunos instalados en ciudades europeas) obtuvieron una inesperada difusión internacional y un súbito éxito comercial, sobre todo por la labor de editoriales españolas y francesas. De repente, los escritores hispanoamericanos conquistaron a una nueva generación de lectores.
No existe acuerdo sobre cuál fue el comienzo de este fenómeno, pero sin duda una de las obras que contribuyó a ello es la primera novela de Carlos Fuentes, La región más transparente (1958). Algunos consideran que la obra fundacional fue Rayuela (1963), de Julio Cortázar; otros proponen la concesión en 1962 del Premio Biblioteca Breve (Editorial Seix Barral) a La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa.
Existe gran variedad de autores y de obras bajo el nombre de boom (por ello no todos los críticos aceptan la existencia de esta etiqueta para designar un movimiento literario dotado de unidad). Además, conviene tener en cuenta que el boom no es un concepto generacional, pues bajo esta denominación conviven escritores de diferentes generaciones y procedencias. Se trata para muchos de un fenómeno editorial (es decir, comercial) caracterizado por el éxito rápido de un grupo de escritores, que contaron con el decisivo apoyo y difusión de algunas editoriales. Tampoco hay acuerdo en establecer la nómina de los autores integrantes del boom.
A pesar de tomar con cautela el término y advertir de que el panorama literario de Hispanoamérica (formado por muchos países de todo un subcontinente, unidos por la lengua común) es mucho más rico y diverso, el concepto de boom sigue siendo válido (hace varias décadas que se utiliza) y fue respaldado por uno de sus integrantes, el chileno José Donoso, en su Historia personal del Boom (1972).
En casi todas las listas de integrantes del boom figuran:
- Gabriel García Márquez (colombiano).
- Julio Cortázar (argentino).
- Mario Vargas Llosa (peruano).
- Ernesto Sábato (argentino).
- Carlos Fuentes (mexicano).
Los nuevos novelistas hispanoamericanos continúan con las innovaciones del “realismo mágico” (resulta un tanto arbitraria la frontera entre los primeros y los nuevos autores, teniendo además en cuenta que algunos de los primeros se añadieron a la nómina del boom, como Alejo Carpentier). Lo cierto es que los nuevos novelistas profundizan en las innovaciones y enriquecen la novela con nuevos recursos. Podemos señalar:
- Se confirma la ampliación temática ya iniciada por los autores del “realismo mágico”; de esa manera se incrementa la preferencia por la “novela urbana” (Julio Cortázar o Carlos Fuentes). El ambiente rural (García Márquez) recibe un tratamiento nuevo.
- La integración de lo fantástico y lo real se consolida: el realismo mágico es la nota definitoria de algunos novelistas como Cortázar o García Márquez.
- Quizá el dato realmente definitorio de toda esta producción narrativa es que la estructura del relato es objeto de una profunda experimentación (novela experimentalista). Los escritores del boom asumen las propuestas de autores europeos y norteamericanos (Marcel Proust, James Joyce, William Faulkner) para profundizar en ellas y naturalizarlas en sus obras: ruptura de la línea argumental, cambios del punto de vista, rupturas temporales, técnica del “contrapunto” (varias historias que se combinan y alternan), técnica caleidoscópica (aparecen múltiples personajes y anécdotas), combinación de personas narrativos, uso del estilo indirecto libre, uso del monólogo interior, etc.
- Uso de un lenguaje asombrosamente rico, con superposición de registros.
- Las innovaciones narrativas suponen un alejamiento de la técnica y estética realistas, pero no un alejamiento de la realidad, ya que los narradores se acercan a ella de modo diferente. Este experimentalismo no supone olvidar los propósitos testimoniales y de denuncia ya que estos novelistas no son ajenos a las preocupaciones sociales y políticas. Julio Cortázar dijo que “el primer deber del escritor revolucionario es ser revolucionario como escritor”. La narrativa hispanoamericana se inserta, desde el punto de vista artístico, en la narrativa universal contemporánea y ocupa un lugar fundamental en la novela mundial, pero sin alejarse por ello del hecho diferencial “americano”. La realidad americana es motivo central del relato.